Porque la consecuencia inmediata de esa divina totalidad es que tú eres Su manifestación plena.
Siempre. En el ahora eterno.
Deja a un lado, en su nada a la mentirosa medida del tiempo, que identifica al sueño. Pero, ¿quién comprende? La pregunta se alza angustiosa.
¿No es difícil tarea?
Sí para el yo. ¡Imposible!
Porque nunca comprende una mente mortal.
Sólo la única Mente que ya lo conoce desde siempre. Tu Mente y la mía.
Detente en esto.
Paladea, saborea.
Acepta la verdadera realidad.
Y repasando luego cómo es Dios, regocíjate en que Todo eso eres tú, también en este preciso momento.
Y todos aquellos que lleguen a tu pensamiento o encuentres cada día en tu camino.
