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sábado, 4 de noviembre de 2017

A PROPÓSITO DEL FRÍO Y LA OSCURIDAD

"¿Qué es el frío?"
Y la respuesta llega sin dudas que sortear.
"La ausencia del calor".
"¿Qué es la oscuridad?"
Y se repite la prontitud.
"La ausencia de luz"
Y "¿el mal?"
...Y apoyados en la Verdad que el Bien es Todo, surge la sanadora declaración:
"La inconsciencia del Bien".
El frío se combate con calor. 
La oscuridad desaparece con la luz.
Y el mal, todo mal (la enfermedad, el dolor, la angustia, el miedo, la soledad, la adicción, amenaza, el conflicto, la falta de empleo, provisión, afecto...) se disuelve con la consciencia del Bien.
¡Activando la eterna, infinita y benéfica Presencia!


viernes, 3 de noviembre de 2017

NO HAY QUE SER SANTO


No me malentiendan. No minusvaloro la perfección.
"Sed santos como vuestro Padre es santo", (Mateo 5:48) es un imperativo mal entendido.
Porque sólo el Santo puede impartir santidad.
Nunca el que no la tiene. Y no vale añadir el "todavía". Porque si no se es santo ahora jamás lo será.
Y no estamos aquí para santificar al yo mortal.

Inútil tarea, además de imposible. Pese a los múltiples esfuerzos; vanos siempre y de contradictorios efectos.
Las consecuencias: Frustración al no lograrlo. O estúpida y confundida vanidad, al creer que se consiguió.
 Pero, acaso no nos debemos "ocupar en nuestra salvación". (Filipenses 2:12)
Por supuesto. No lo niego y sí lo afirmo.
Más describamos la tarea. Se trata de liberarnos. De desatarnos del "yo mortal".
No de hacerlo más perfecto.
Ser consciente de lo que ya somos y siempre fuimos: divina perfección manifestándose en este instante eterno.
Identificarnos y gozar en este aquí y ahora.
No esperar a un mañana hipotético. Existente nada más que en la fantasía del tiempo.
Sólo es el momento presente.
El gozo no tiene comienzo. Es uno con la conciencia de ser.
Si no experimento la felicidad ahora, es que continúo envuelto en sueños.
Y sentir el agradable calor del hogar no depende de nuestros esfuerzos por encender el fuego.
 Ni de alimentarlo con el progreso espiritual del yo.
Esa zarza que ilumina y calienta incombustible lo hace todo por sí misma. 
Para posibilitar el cálido abrazo de la hoguera sólo hay que acercarse. Volverse a lo que es real, Dios.
"Fijad la mirada en Mí y conoceréis que sois santos". (
Isaías 45:22)
Y no hay que hacer más.
Nuestro trabajo es darnos por enterados de la Verdad que nos incluye en la única Santidad y Perfección.   

LEER SIEMPRE IMPORTA

Para "crear" un luminoso cuadro el artista sólo necesita tres colores.
El azul, el amarillo y el rojo. Con ellos consigue todas las restantes tonalidades.
Pero sin olvidar la inspiración. 
Es lo decisivo y lo más importante.
No obstante, para que la obra no quede en simple  proyecto, tiene que estar provisto de las pinturas básicas mencionadas.
Igual ocurre con el tratamiento sanador. 
Las lecturas de las Escrituras inspiradas abastecen de los elementos que la Mente combinará para hacer brillar la armonía donde ésta parecía no estar. 
De ahí la necesidad de la lectura reflexiva y continua de los textos espirituales.
Ya que  a través de ellos, es como el Alma suele despertar a la consciencia de la Vida siempre plena.

jueves, 2 de noviembre de 2017

LA IMAGEN Y SU PATRIMONIO.

La imagen nada es en sí misma. 
Porque separada de lo que manifiesta no existe.
La imagen nunca puede ser un "yo".
Si lo fuera o tuviera algo, eso mismo la descalificaría como imagen.
Y "eso" la haría opaca, eclipsando a Aquel que pretendiera mostrarse.
No se puede doler ni extrañar de no poseer algo como propio.
Su esencial sustancia y actividad es estar fija -sólo atenta- a lo representado.
La ausencia de imagen invisibilizaría al Ser.
Porque ella es el único testigo de Su eterna e infinita Presencia.
Su imagen nunca puede ser la de Otro.
Y no tiene otro soporte que la inquebrantable unidad.
Nada puede separar al Ser de la imagen.
No es sin el Ser. 
Ya que es Su idea. Es decir, Su perfecta visión de Sí mismo.
Y aunque, repito, en sí misma nada es, al reflejar es todo aquello con lo que se relaciona.
Ese es su patrimonio y su armoniosa realidad.

miércoles, 1 de noviembre de 2017

ESCUCHANDO "ÁNGELES" ANTE EL TERROR

Desde Washington me escriben aterrorizados. Con urgencia.  
Se palpa el temblor en los relatos.
Parece que hoy la vida humana nada vale. 
¡Cuando su precio es tan infinito como la única Vida que refleja!
Me piden que ore. 
Y entiendo que yo nada he de hablar, pedir, suplicar… 
Sólo escuchar a los ángeles que Dios envía "para guardar nuestros caminos".
Dos alados mensajes acuden a mi conciencia cuando me visitan noticias de catástrofes o violencia.
El primero está en Lucas 8:22-25.
Jesús duerme en calma, mientras todo es zarandeado por la tempestad. 
¡Que hay más frágil que una barcaza a merced de la furia del mar! 
Pero ni el estruendo, ni las olas llegan a la conciencia del Maestro. 
Ni la preocupación roza su profunda paz.
¿Por qué? Él es "una ley para sí mismo de día y de noche", en la vigilia y en el descanso. Porque siempre se apoya en la benéfica y todopoderosa Omnipresencia del Padre. 
Y en nada más, porque nada más hay.
Por eso cuando le despiertan angustiados, no le posee el pánico.
Es consciente de la totalidad de Dios, que se deriva de Su divina infinitud.
Sabe que al hombre se le dio el dominio sobre todo. 
Conoce por experiencia que sólo el Bien tiene poder.
Etiqueta de “ilusión”  lo que los sentidos físicos presentan como terrible amenaza. 
Y ese nombrar correctamente al mal como lo que siempre es, nada, disuelve lo que sólo es apariencia.
Después pregunta a sus estudiantes: “¿Dónde está vuestra fe?”
Los tsunamis, terremotos, tornados, epidemias,  atentados terroristas, asaltos a mano armada… no se previenen con arquitectura o ingeniería avanzada, panaceas milagrosas,  ni despliegues policiales de élite.
Sólo es necesaria esa fe capaz de mover montañas hasta lo profundo del océano.  
Y no se precisa una gran cantidad. Basta el tamaño de una semilla de mostaza.
Ella ilumina el aterrador escenario y nos descubre que siempre estuvimos moviéndonos, no por caminos peligrosos o escondiéndonos en refugios poco seguros, sino "en Dios donde siempre vivimos y tenemos el ser".
Y así ya podré acoger  con gratitud y comprensión el segundo "ángel" que con el salmo 91 me advierte no poner la esperanza en guardias personales, sino en Dios, nuestro abrigo y escudo.
Y entonces, "Yo lo pondré a salvo, porque él me ama. Lo enalteceré, porque él conoce mi nombre" (Salmo 91:14)
La fe nos hace conocer el nombre de Dios que no es otro que el Amor.
Escuchar que el Padre-Madre nos ama infinita y gratuitamente y sentir Su Presencia, es lo que nos pone a salvo de todo. 
Porque donde es Dios no puede estar el mal. Ya que el perfecto Amor expulsará el temor con todas sus aparentes causas. (1 Juan 4:18) y nos mantendrá en seguro y confortable abrazo.

CUANDO SENTIR LA PLENITUD

Ante el hartazgo de tanta insatisfacción, los salmos (1) nos recuerdan cuando nos aquietaremos con gozo en la búsqueda de la felicidad. 
No se trata de mejorar material o espiritual el “yo” personal.
Ni es embellecer nuestros sueños, expulsando pesadillas.
Ni colmarlos con los objetos de la insaciable necesidad. 
Sólo nos sentiremos plenos cuando despertemos. 
Es decir, al aceptar primero y luego experimentar que somos la perfecta imagen de la Vida, la Verdad y el Amor. 
Y eso “ahora”. 
En este preciso instante que lo escribo o lo leo.
Sin esperar a un más allá.
(1) Salmos 17:15