Un nuevo amanecer.
Y como siempre otro día por delante.
Como hoja de papel en blanco.
Donde reseñar todo lo que siempre sigue sucediendo.
Sólo y profusamente las maravillas de Dios.
Por eso sólo me permito un único deseo.
Ser guiado por el Padre.
Y así dejo suelta mi mano, sin propósito personal.
Para que la Mente divina la tome y evite que la absurda voluntad propia manche el presente con borrones.
¿Mi quehacer?
Echarme a un lado, silenciar responsabilidades, miedos o preocupaciones.
Descansar en el Amor con activa confianza.
Porque aunque no lo vea ni quizás lo sienta, me llena segundo a segundo.
Desde dentro.
viernes, 16 de marzo de 2018
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