Orar a propósito de alguien o algo es descubrir y aceptar cómo Dios lo ve y considera.
No es desearle ni intentar conseguirle lo que ya es.
Sino sentir que ya es receptor de Todo lo verdadero.
Orar es, por tanto, escuchar y reconocer la Verdad.
Nunca el construirla.
Y como reconocer es sinónimo de agradecer, se puede afirmar con toda razón que el efecto de la verdadera oración siempre es un experimentar y expresar gratitud.
domingo, 29 de abril de 2018
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