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miércoles, 4 de octubre de 2017

DESCUBRIENDO LO DIVINO.

Descubrir lo divino no es algo complicado.
Ni al alcance de sólo unos pocos iniciados.
No se precisa subir al Himalaya.
Ni ejercitarse en una postura determinada.
Ni prepararse con ayunos y rigurosa austeridad.
Ni sumergirse en lecturas de elevada mística.
Es darse cuenta que sólo lo bueno está ocurriendo en realidad.
Y que el autor de lo bondadoso es siempre el único que es Bueno.
Y Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino sólo uno, Dios. (Marcos 10:18).
Por eso, cuando alguien me cede el puesto ante la caja del supermercado, es Él quien lo ha hecho.
Cuando "caído" me levantan las palabras de alguien, es Él quien las pronuncia.
Cuando alguien me entrega su sonrisa es la señal de cómo el Uno me acoge con eterna apertura.
Cuando mis ojos descansan en lo bello que me ofrece el paisaje es Él quien se me  está presentando como en la zarza a Moisés.
Cuando recibo una limpia caricia, un beso cálido o un abrazo amigo, es Él quien lo inspira y se da en esos gestos.
Y así descubro que los que me recibieron en sus brazos o me regalaron sus palabras son el Uno mismo manifestándose.
Y el universo entero se ilumina entreabriendo su profunda y armoniosa infinitud.
Y al descubrir esto (todo lo que Dios hace) me siento Uno con, y en el Amor.

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