A veces me siento como cercado por montañas abruptas, imposibles de traspasar. Entonces me doy cuenta que nada puedo hacer por mí mismo (…) y al recogerme en mi Ser, se me agolpa la Palabra.
"Cualquiera que diga a este monte: 'Quítate y arrójate en el mar', y no duda en su corazón, sino que cree que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho". (Marcos 11:23).
Y Mateo 17:20 añadirá que bastaría con una fe del tamaño de un granito de mostaza para que nada nos resulte imposible.
Esto es muy fuerte. ¿Por qué el mundo continua su ahogo tetrapléjico si sólo se precisa confiar en el Bien?
Por eso es de utilidad pública saber en qué consiste la fe.
En el capítulo once de la carta a los Hebreos encontramos esta práctica respuesta:
"Es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no ve".
Absoluta y única expectativa del Bien. Certeza plena de la realidad sensorialmente invisible y evidente para la única verdadera conciencia, la espiritual.
Esa fe o confianza es la Sustancia que no puede ser encerrada en límites.
La causa de todas las bendiciones diarias y la más que suficiente provisión para toda "creída" necesidad.
Sólo necesitamos fiarnos de la Palabra para despertar al Bien que es la única realidad.
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