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sábado, 2 de febrero de 2019

UN SUTIL Y PARALIZANTE ERROR.

Señalo a la esperanza.
Lo que nos empuja a la espera.
Y fabrica el tiempo.
No a la llamada virtud teologal que refuerza la confianza en Dios.
Esperar tiempos mejores, la desaparición de una carencia, el cese de un dolor, el final de una demora...
Es anclarnos en la paralizante mentira del sueño.  
El Bien no hay que esperarlo.
Porque siempre está. 
Es lo Único, el Todo. Es en cada una de sus manifestaciones.
Sólo hay que reconocerlo para que se disuelvan las sombras que pretenden ocultarlo.
Esperar lo que es, retrasa su disfrute. Posibilita la impaciencia, cubre la paz con la inconsciencia.
Esperar atenta contra el ahora eterno.
Porque nada hay que hay que sanar o corregir. 
Sería darle una inexistente realidad.
No es en ese lado de la balanza donde nos debemos situar.
Lo único necesario es escuchar a la Mente.
Y aceptar que el Amor nunca se fue. 
Porque aún en ese imposible, siendo Todo el Uno, también nos hubiéramos ido con Él.