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miércoles, 7 de diciembre de 2016

Aleluyas de Pascuas

Aleluyas de Pascuas




Me preocupaba el despertar espiritual. Y en el paseo por la huerta, en busca de sosiego donde escuchar a Dios, vi caer un dátil. Se desprendió de un cuajado racimo, allá en lo alto de unas palmas que abanicaban el viento. Y se hundió en la tierra suelta y acogedora del lindero.

Pensé: ¿se atormentará también el dátil en su claustro de quietud y silencio preguntándose qué y cómo hace para acariciar el cielo?

Y entonces recordé: "Ni el que planta ni el que riega, Dios es quien da el crecimiento" (1) Y la cita se encadenó con otra de aquel Pedro que aprendió a acoger sólo los pensamientos de Dios: "Jesús Nazareno, ....al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuese detenido por ella"(2)

En su sepulcro, el Maestro no aguardó el despertar entre cavilaciones. Fue la firme y tranquila confianza en el Padre lo que posibilitó la Resurrección.

Y comprendí. El Amor divino es la única Causa. La actividad del hombre es sólo un eco, el efecto inevitable.

Vi. claro. Desnudarse del falso sentido de responsabilidad y vestir la túnica blanca de la confianza. Es el fiarse de Dios, esa sólida forma humana del amor, lo que remueve la piedra que nos mantiene presos de oscuros sueños.

En el siguiente paseo primaveral, las verdes palmeritas junto al camino eran jubilosas Aleluyas de Pascua.

Parecían decir al mecerse con la brisa: "Somos labranza de Dios" (3)

(1) 1 Cor. 3:7 (2) Hechos 2:24 (3) 1 Cor. 3:9

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