Si despiertos, y no dormidos, declaramos que “En Él vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser (Hechos 17:28), reconocemos al tiempo que en realidad nunca estamos en lo que llamamos nuestro cuerpo, ese que ven y palpan los sentidos físicos.
Sino somos siempre en Dios.
Y nunca fuera, aunque la hipnosis con habitual insistencia nos sugiera su mentira.
Por tanto, si un dolor o cualquiera otra contrariedad pareciera afligirnos, sólo el tomar conciencia de donde en verdad estamos, acabaría con ese sufrimiento y nos regresaría a la Verdad de la cuál es imposible estar ausentes, sino siempre presentes. (2 Corintios 5:8).
Porque la Verdad es sanadora.
jueves, 18 de enero de 2018
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