Un recuerdo de hace años.
La callen ocupada por un desfile de Carnaval.
Una joven mamá con su bebita en brazos, contemplaba el espectáculo.
De repente una máscara monstruosa se les acerca.
La niña rompe a llorar con desespero, hasta que el recién llegado se despoja de su disfraz. Entonces la pequeña sonrie.
El "monstruito" es su hermano.
Y al leer hoy "... la mente puesta en el Espíritu es vida y paz" (Romanos 8:6), pienso que para transitar enérgicos con alegría y paz este sueño, es necesario ver más allá de las máscaras con que se oculta la armoniosa realidad.
Se precisa el concentrarnos sólo en el Espíritu que siempre es detrás de cualquier otra apariencia.
Porque la Vida es atender en exclusiva a lo que en verdad es, el Espíritu.
Y nunca enredarnos con el engaño de la materia por mucha evidencia con la que ésta se nos disfrace.
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