Me dices "Oro, pero Dios
parece que no me escucha".
Y
te escribo: Mucho he repetido que orar no es hablar sino escuchar a Dios.
Hoy
afinaría más. Es conectar con el Uno (Dios y Su manifestación), Dios y "nosotros
mismos".
Es reconocer “quien soy”. Tomar
consciencia de nuestra real identidad.
Sin orar se camina desorientado a
través de la existencia.
Sin Norte ni propósito.
Pero el orar, es en LO SECRETO,
repite Jesús en Mateo 6:6.
Y esa habitación íntima está
totalmente alejada y protegida de "lo de fuera".
Se ora conforme no se percibe huella
alguna de “allá”, del mundo, de la historia mortal.
Libre de las interferencias del
tiempo, en silencio y olvido de lo que allí pueda parecer que está sucediendo.
Orar es callar todo pensamiento limitado
para sumergirse en el Ser, siendo consciente sólo de Su única Presencia.
Orar es un ensayo del disfrutar
eterno de lo que es la Vida siempre. Desnudarse de todo lo que no es el Todo
para descubrir lo Único que Es y gozarlo.
¡Qué bueno si hoy nos regalamos un minuto
siquiera de verdadera y silenciosa oración!
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