Mi ser está en Dios, no en la materia.
Luego es perfecto y nunca ha sido dañado o ha necesitado de cura o reparación.
Y al
todo y a cada uno les está sucediendo lo mismo.
Por tanto, no tengo que
temer ni preocuparme por nada ni nadie.
No existe nadie agresivo, loco,
sufriente, moribundo o agónico, desesperado o necesitado... Las
desarmonías que quizás se perciban como propias o ajenas sólo son
pensamientos erróneos, no borrados por completo.
Nunca realidades.
Al instante debemos volver a la
consciencia del Todo, es decir, sentirnos en la presencia de la Mente
infinita y su manifestación infinita.
No como alguien que está fuera.
Sino como quien es uno con el Ser único eterno, todopoderoso y perfecto.
martes, 26 de diciembre de 2017
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