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domingo, 31 de diciembre de 2017

“TODO LO MÍO ES TUYO, SI PARA TI, SÓLO SOY YO”


La frase con que titulo esta reflexión puede parecer falta de lógica.
O confundirse con una adivinanza.
Su trasfondo es la respuesta del Padre al hijo mayor de la parábola. “Todo lo mío es tuyo”.
Todo lo que es de Dios pertenece también a sus criaturas.
Alguien me reprochó un día que eso sólo era teoría, porque en la prác
tica todavía no ha conseguido beneficiarse de esa divina propiedad.

Pero hoy tu pregunta me ha sacado de lo profundo del silencio, la respuesta.  
 “Muchas veces consigo permanecer en la alegría de Dios”,  me dejaste grabado en el buzón de voz de mi teléfono con un añadido doloroso: “Pero hoy no puedo. Por más que lucho me siento impotente”. Después me pediste una respuesta: “¿Cómo me mantengo en esa alegría”.
La clave es muy simple como todo lo verdadero: “Todo es Mente infinita”.
Fuera de esa Mente no hay más. Ni siquiera tú o yo.
Y Ella siempre está alegre. Ignorante del mal, no conoce la preocupación. Ni tampoco la carencia, los problemas, la soledad, la enfermedad o la muerte. Fuera de Ella,  nada le puede afectar, modificar o influir. Sólo es esa Mente infinita que es Todo.

Entonces, ¿qué somos nosotros? ¡Sus imágenes! Y mientras nos consideramos eso seremos conscientes de la Verdad y la disfrutaremos.
Sin embargo, ocurre que anhelamos y creemos tener “vida propia”.  Esa es la raíz de los problemas. No aceptar nuestra auténtica identidad: ser imagen de lo divino.
El reflejo que aparece en el espejo no tiene que preguntarse cómo levantar el pesado objeto colocado a su vera. Sólo Quien se asoma ante él ha de hacerlo todo.
Nosotros no necesitamos palanca para levantar carga alguna. Ni buscar remedios para estar siempre alegres. No es mi asunto privado, ni algo que yo tenga que resolver.
Dios siempre está alegre. Y así lo estoy reflejando, sin final. Y si soy consciente que sólo es Él, también gozaré de su eterna felicidad.
Mi alegría consiste no en experimentarla o dejarla de sentir, sino en saber que Dios es dichoso siempre. Reconocer eso, manifestarlo.
Creer que yo soy alguien más, es situarse fuera de la realidad. Y allí no hay existencia ni verdad, sólo nada y error.
Porque el hombre es el conocimiento de Dios, saber de Dios, conocer todo lo que es el Único, es disponer de todo lo Suyo.


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