“Sin niños ¡qué empinado me será celebrar esta Navidad!” –se lamentó mi amigo.
Y por un instante estuve por
manifestar mi acuerdo. Pero amaneció en mi
conciencia. Y los pensamientos iluminaron mi reflexión.
Navidad es la irrupción de
la Mejor Noticia en un mundo que a duras penas se arropa con el negro manto de
la noche.
El Mensaje anuncia la celestial
y definitiva experiencia de la felicidad.
Aunque el símbolo sea un recién
nacido, lloroso e indefenso, que a los adultos sólo inspira ternura protectora.
Sólo una actitud atenta y una
despabilada capacidad de asombro permiten profundizar en la anécdota de Belén.
El heraldo de la gloria, la que constituye nuestro indefectible destino, atrae a los despiertos pastores que velan sus
rebaños.
Y también se deja encontrar por los seguidores de esa estrella que brilla sobre
todo cuando más oscura es la noche.
La Buena Noticia está ahí siempre,
incluso fuera de las posadas, en las calles que transita la pobreza y en la soledad de la marginación y la
impotencia.
Como faro que conduce al puerto
seguro donde nos espera el abrazo del Padre-Madre.
La Navidad recuerda que ni
siquiera en la noche reside el temor y la miseria para los “amados de Dios”.
¡Que somos todos!
Claro que eso lo descubriremos cuando al sentir el divino seamos
impulsados hacia Él, envuelto en la música de sus divinos pensamientos, “sus
ángeles”.
Navidad no es un día de humana
nostalgia. O de mirar al pasado, abatidos o con media sonrisa.
Es la fiesta de la trasfiguración
de los pesares y de la liberación del miedo. Es la victoria del Cristo.
La actualización del auténtico inicio. Y los comienzos siempre se visten de
infancia.
Para celebrar tanto gozo hace falta un niño. Pero aquel que nunca nació en la materia, ni los años lo envejecieron, ni le ajaron la profunda visión de la inocencia.
La Navidad es para ser
festejada con niños. Pero con esos que son sabios, porque permanecen en
el reino de Dios. Es decir, los nacidos en el Espíritu, nunca engendrados en el
tiempo, sino en la Alegre Eternidad.
Y aunque en nuestros hogares este año no haya
críos, sí habrá niños: ¡Todos los que escuchan a los
ángeles!
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