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domingo, 24 de diciembre de 2017

NAVIDAD Y NIÑOS


“Sin niños ¡qué empinado me será celebrar esta Navidad!” –se lamentó mi amigo. 
Y por un instante estuve por manifestar mi acuerdo. Pero amaneció en mi conciencia. Y los pensamientos iluminaron mi reflexión.
 Navidad es la irrupción de la Mejor Noticia en un mundo que a duras penas se arropa con el negro manto de la noche.
El Mensaje anuncia la celestial y definitiva experiencia de la felicidad.
Aunque el símbolo sea un recién nacido, lloroso e indefenso, que a los adultos sólo inspira ternura protectora.
Sólo una actitud atenta y una despabilada capacidad de asombro permiten profundizar en la anécdota de Belén.
El heraldo de la gloria, la que constituye nuestro indefectible destino, atrae a los despiertos pastores que velan sus rebaños.
Y también se deja encontrar por los seguidores de esa estrella que brilla sobre todo cuando más oscura es la noche.
 La Buena Noticia está ahí siempre, incluso fuera de las posadas, en las calles que transita la pobreza y en la soledad de la marginación y la impotencia. 
Como faro que conduce al puerto seguro donde nos espera el abrazo del Padre-Madre.
La Navidad recuerda que ni siquiera en la noche reside el temor y la miseria para los “amados de Dios”. ¡Que somos todos! 
Claro que eso lo descubriremos cuando al sentir el divino seamos impulsados hacia Él, envuelto en la música de sus divinos pensamientos, “sus ángeles”. 
Navidad no es un día de humana nostalgia. O de mirar al pasado, abatidos o con media sonrisa.
Es la fiesta de la trasfiguración de los pesares y de la liberación del miedo.  Es la victoria del Cristo. La actualización del auténtico inicio. Y los comienzos siempre se visten de infancia.
 Para celebrar tanto gozo hace falta un niño. Pero aquel que nunca nació en la materia, ni los años lo envejecieron, ni le ajaron la profunda visión de la inocencia.
La Navidad es para ser festejada con niños.  Pero con esos que son sabios, porque permanecen en el reino de Dios. Es decir, los nacidos en el Espíritu, nunca engendrados en el tiempo, sino en la Alegre Eternidad.
 Y aunque en nuestros hogares este año no haya críos, sí habrá niños: ¡Todos los que escuchan a los ángeles!

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