EXAMEN AL AMANECER

Comienzo el día con una pregunta.
¿Estoy experimentando la existencia de un mortal, o vivo como la idea de Dios?
Puedo encontrar la respuesta, comprobando lo que parece que me sucede a cada momento. 

Pero me resulta más práctico el siguiente método. 

Primero me detengo. Pongo todo en pausa. 

Luego en ese silencio y en confiada calma, examino los pensamientos que abarrotan la conciencia, y los voy colocando en su sitio, uno por uno. 

Me quedo con los de Dios (perfecta salud, abundancia, alegría, amor, belleza, seguridad, eternidad, infinitud…). 

Los que visten la túnica de fiesta. 

Y conforme me voy deteniendo en el pensar divino, todo lo demás se va desvaneciendo como la oscuridad al contacto con la luz. 

Y entonces, hasta las cuevas y pesebres se convierten palacios y cunas reales.

Porque sólo hay una única creación y toda ella armoniosa.

La pensada por la Mente que es Amor.