Hace una semana un virus infectó mi PC.
Y secuestró el buscador del navegador.
Por eso me llevaba a páginas que ni deseo ni me interesan.
Resuelto el problema, la incidencia, me hace pensar en las
apariencias no armoniosas que encuentro en el día a día.
Es como si mi consciencia estuviera aducida también.
Ya que me presenta como mío un complicado entorno.
Cuando la realidad en que siempre estoy es en el eterno Amor
infinito.
El yo se siente incapaz de salir de la trampa.
Sin fe y convicción para aferrarse a la Única Verdad.
Desesperado al comprobar su reiterada impotencia.
Pero experimentar todo esto, lejos de hundirme sin retorno me
descubre que solo soy víctima de una mente ilegítima y sin poder.
Una ilusión que pretende gobernarme.
Una mentira que desde ella me hace imposible creer y percibir la
realidad.
Pero haber descubierto este engaño me sirve de rescate.
No es que mi ser no tenga fe, sino la incrédula es la mente
mortal, no la mía.
Y así abandono los hipnóticos pensamientos que convierten a quienes
los acojan en tristes y resignados zombies.
Sólo desde la Mente divina puedo razonar en verdad.
Nunca hay que esforzarse desde el yo. Sino aceptar gozoso y como
propio el divino pensar.
Ese es el camino definitivo a la libertad
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