La historia de Jonás siempre me inspira.
Es el querer huir de Dios, el mantenerse separado de Él, la resistencia a acoger Su Palabra y dejar que Ella actúe, lo que provoca que la tempestad se cierna amenazante sobre nosotros.
Pero para restablecer la calma sólo se necesita lanzar fuera al yo que pretende ser mi auténtica identidad.
Entonces se descubre de nuevo la armonía que en realidad nunca desapareció.
El yo al sentirse sordo y separado es quien se construye su caos.
Por eso hay que devolverlo a su verdadero lugar que siempre es fuera. A su auténtica patria, la nada.
Ya que en realidad nunca deja de ser nadie.
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