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sábado, 18 de marzo de 2017

COMO ESPONJA EMPAPADA DE AGUA


Puede que un día amanezca en la tristeza.
O quizás cueste refrenar una respuesta inspirada por la ira. Incluso una palabra ofensiva se escape de los labios.
Hay horas en que es posible que el miedo encoja el ánimo y se desee huir de todo, enclaustrarse en una isla.
A veces, pensar correctamente se puede convertir en una empresa sin éxito.
En definitiva, me puedo sentir seco. Entonces, convivir conmigo se convierte en algo difícil para los demás, y para mí mismo. Porque, como una esponja fuera del agua, mi solo roce produce heridas.
Entonces me descubro fuera de mi elemento vital. Mejor dicho, no me doy cuenta que estoy en Dios. Porque nunca el hombre puede salir del Ser Infinito que sostiene todo en la eternidad. Aunque el pez pueda ser sacado del río, del mar o del lago,
Envueltos y penetrados por el Amor sentimos sed de vida al estar de espaldas a esa constante y única realidad.
Y nos ocurre como la esponja que lejos del espumoso arrecife raspa la piel que se le acerca, mientras sueña sedienta con las olas.
Se puede estar satisfecho o no con la propia identidad, pero es señal de senil demencia olvidar quien uno es.
Mantener operativa en la memoria la verdad acerca de nosotros y de todo, es práctico por sanador.
Por eso procuro llevar a mano el recordatorio del elemento del que nunca, aunque quisiera, me puedo escapar. Dejo copias en mi escritorio, en el vestidor... Hoy también lo anoto en este espacio.
"Soy el hijo muy querido del Amor. Soy la alegría de Dios."

Y así, acudo a este recurso cuando experimento en mi sueño despierto que mi vivir no acaricia a los otros como esponja empapada de agua.

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