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viernes, 24 de marzo de 2017

NECESITAMOS UN PENIEL


La bendición de Dios no es limitada. Aunque los pueblos antiguos así lo creyeran. Es infinita.
No está restringida a unos pocos. Por el contrario, es universal. “Lo vio todo bueno” (1).
Tampoco se merece ni se consigue por medios humanos. ¡Es gratuita!
Jacob creyendo lo primero, temiendo lo segundo, invirtió lo tercero y se empleó en arrebatársela a su hermano primogénito.
Por eso recibió un nombre con una etimología que es toda una alerta al peligro.
Porque no es muy alentador vérselas con un “Suplantador”, o un “Mentiroso”, o alguien considerado el “Obstáculo” (el que pone tropiezos). Esos son los diversos significados del nombre que en castellano hemos traducido por Jacobo, Diego, Jaime o Santiago.
Ya compitió con su hermano al trabarlo del pie para nacer primero. También pretendió comprarle la bendición con el chantaje de un plato de lentejas. Y finalmente le suplantó con alevosos engaños para recibir las ricas promesas de su padre Isaac.
Jacob siempre consideró que la bendición de Dios era algo que uno tenía que procurarse,  por cualquier medio posible, ya fuera honrado o deshonesto.
Pero llegó la hora de Peniel. Nuestro “protagonista”, enriquecido por sus astucias y estratagemas, teme encontrarse con su hermano Esaú que ya viene hacia él con numerosa e inquietante compañía: cuatrocientos hombres armados.
Toda la noche la pasa en oración. Es un oscuro combate lo que se libra en su conciencia. Los pensamientos de temor se resisten al Ángel o pensamiento de Dios.
Llega el alba pero no la calma. Y el tiempo del encuentro se acerca como el Sol se levanta por el Este.
Jacob tentado por el miedo, se aferra al pensamiento divino (2).  Y entonces, sin acción alguna de su parte, como un regalo, es bendecido.
Y le cambian el nombre. No es su logro ni su esfuerzo. Todo es por gracia. El efecto de la auténtica oración que es aceptar el mensaje de Dios con todas sus consecuencias.
Para un judío el nombre encierra la identidad de quien lo lleva.
El suplantador mentiroso y obstáculo para el vivir en paz se convertirá en Israel (el que luchó con Dios y los hombres y venció). Porque cuando alguien atiende al pensar de Dios, éste expulsa el pensar del miedo, al padre de la irrealidad, y se le regala la victoria.
De esa oración eficaz surge el hombre nuevo y bendecido.
Y al negársele el nombre del Altísimo (3), se contentará con bautizar el escenario de tan trascendente acontecimiento como Peniel, es decir, el lugar donde vislumbró el rostro de Dios.
Es fácil descubrir que la historia de Jacob no es sólo la de un patriarca de otro tiempo.
Mientras no despertemos como hombres nuevos al alba de la exclusiva escucha divina, todos tenemos algo o mucho de él.
Por eso necesitamos nuestro particular Peniel.
(1) Génesis 1:31(2) Ciencia y Salud 495:17(3) La magia (que no la religión) pretende saber el nombre de Dios en la extendida creencia que conociéndolo pueden poner al Creador al servicio de quien lo invoca como si fuera un poderoso “genio de la lámpara”)  

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