El objetivo no es creer sino vivir. Hay que poner en práctica la Verdad
que decimos conocer.
Y aunque la aceptemos toda, si no la demostramos, nunca disfrutaremos
la Vida.
Y de eso se trata.
Ser estudiante de la Ciencia Cristiana es (como en todo aprendizaje)
practicar y practicar. Y no, leer y leer.
Estudiar no es imbuirse de teoría. Sólo consta la comprensión de
alguien, cuando éste resuelve los problemas.
Fallar en la solución no prueba que la Verdad sea error. Con la
equivocación descubrimos lo que nos falta por comprender.
De sabios es practicar la suma y la resta aritméticas antes de memorizar
las reglas de las ecuaciones de segundo grado.
Desde el Prefacio de Ciencia y Salud se debe practicar hasta dar con la
demostración. Peldaño a peldaño se asciende mejor y sin peligro de caer.
Aquí, como siempre, ser humilde posibilita la sabiduría.
Y no lo olvidemos: No se llega a matemático por creer ciegamente las
respuestas del libro de texto. Hay que comprobarlas. Y si los ejercicios
no coinciden con lo aprendido, sería de tontos el creer que hay que
cambiar las fórmulas.
Lo lógico debería ser repasar nuestra práctica una y otra vez, sin
desmayo ni dudar de las reglas dadas.
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