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viernes, 21 de julio de 2017

EL MEJOR SEGURO


-¿Sabes? A Luis le han salido alas en el cuello.
-Bromeas, Felipe. No me enredes.
-No. Te hablo en serio.
-Pues conmigo te dejas de cuentos. No me trates como un iluso.
Estoy seguro que nuestras respuestas serían muy parecidas si alguien nos quisiera asegurar noticias como las del diálogo.
¿Por qué seríamos tan firmes en negar? Porque ya hemos establecido una verdad acerca del tema. Los hombres no tienen alas ni en el cuello ni en ninguna otra parte de su cuerpo.
Lo que nos hace ser espontáneos en negar no es una fe sino una verdad comprendida y comprobada una y otra vez.
Importa poco si es Felipe quien me cuenta su historia o la serpiente del paraíso. Si la información no se corresponde con mi elenco de verdades, no cuela. Aunque lo afirmen mis propios ojos o los otros sentidos físicos. En ese caso afinaré la visión con la sospecha cierta que lo contemplado es mera ilusión óptica.
¿Por qué aceptamos las informaciones acerca de la existencia del mal? Hasta el punto de dejarnos influir por lo que nos habla de “números rojos”, o de enfermedades que nos atan al dolor, a la impotencia o la debilidad.
La respuesta es simple. No hemos establecido en nuestra conciencia la verdad acerca de la totalidad exclusiva del bien. Es decir, no tenemos por cierto que Dios sea el Bien infinito siempre.
Aceptar a Dios como la realidad y comprender las implicaciones y consecuencias de esta verdad cortará el paso a todos los “cuentos”. 
Y establecida la verdad  la podré comprobar toda vez que dirija su luminosa comprensión a cada rincón de nuestra existencia.
El mejor seguro es la Verdad establecida en nuestra conciencia.

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