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sábado, 2 de septiembre de 2017

CONFESIONES DE UN BUSCADOR MÁS


Me escribiste: “¿Cómo haces para seguir confiando en la Ciencia Cristiana cuando no ves resultados? Porque supongo que en tu vida habrás experimentado baches de confianza. ¿Cómo se vuelve a la casa del Padre cuando desconfías de ese Padre?”
 Pienso que más de uno ha podido pasar por una situación semejante -o puede que la esté sufriendo ahora.
Por eso me he atrevido a copiar mi respuesta.
Confieso que nunca he desconfiado de           Dios, una vez admito su existencia.
Sólo, que a veces, he dudado de la misma.
Y entonces todo el andamiaje de la existencia comenzó a temblar con amenaza de derrumbe total.
Sí, he pasado por esos difíciles y dolorosos trances donde todo se nubla. La larga y maravillosa historia de “demostraciones” palidece y ya no me dice nada. La incertidumbre me ahoga. De pronto rompo a balbucear y a llorar “a sabiendas” que si Alguien me escucha nunca se ofenderá.
Y voy entrando dentro de mí. Es como regresar “al principio de todo” Como volver a “antes de nacer”. Y razono…, y descubro que sin el Amor nada tiene sentido, ¡nada!
Y ¿qué hago?
Pues, desempolvo los recuerdos de tantas muestras de amor, de presencia (la curación de mi esposa, mi sordera sanada, las recuperaciones “milagrosas” de amigos… Y acudo a los testimonios de los Heraldos. Voy recobrando la calma. Y examino “por qué no resultó” el método en este paciente, en aquella amiga… Y descubro (siempre) que fue porque no se aplicó bien y por esa razón se continuó en el sueño.
Casi siempre la mentira se instaló al implicarse el afecto “personal”. Quedamos envueltos en ella. Y aunque se buscaron armas para vencerla, ya         estábamos vencidos de antemano al creer en su existencia.                     
En Escritos Misceláneos leemos “Se supone que habló un sentido del mal, que fue escuchado, y que luego formó un sentido malo que cegó los ojos de la razón, disfrazó con la deformidad las glorias de la revelación, y avergonzó a los mortales.          ¿Qué fue este sentido? El error contra la Verdad: primero, una suposición; segundo, una creencia falsa; tercero, sufrimiento; cuarto, muerte.” (pág. 332::20-26)
Si combatimos al sueño desde el sueño, nunca salimos de donde sólo hay dolor y muerte.
Caminamos a diario admitiendo la realidad de un cuerpo material y nos extrañamos que sus supuestas leyes no se queden “fuera” sino que se acomoden en nuestra conciencia.
Pero cada “derrota” me produce una catarsis de la que aprendo más
Vivir la Ciencia Cristiana es vivir la Realidad, ser consciente de ella lo más posible.
Pero siempre, incluso cuando sobrevenga la oscuridad de la duda y el sufrir, mantengamos la paz. Es decir, una segura confianza. Ciega al principio pero que se va llenando de luz       conforme avanzamos hacia la Casa del Padre. Porque sólo en su cercanía  se van sintiendo las razones. Y una vez allí, ya nada se necesita para fiarnos.
Me preguntas qué es del “derrotado”, del que permaneció en la pesadilla.
Están donde siempre. Donde también estamos nosotros ahora. En el abrazo del Padre-Madre. Porque nunca estuvimos ni estaremos en otra parte llamada cuerpo o mundo
Y ¿qué decir al que sufre? Pues, lo que necesita. Un abrazo de amor. Y no complicadas explicaciones. El cariño que nace de la Verdad y no de la misma pena es lo que cura sin palabras. Ni con argumentos ni abrazos desde las personalidades se disuelve la pesadilla.
Y nunca, nunca, hay que caer en la tentación de defender a Dios. ¡No lo necesita! Sólo se trata de defendernos nosotros.
 Viviendo, comprendiendo poco a poco, en la experiencia y sin acelerones, que la felicidad está en esa Vida y no en la que nos afanamos casi siempre.                 

Gracias, porque al preguntar me has hecho entrar dentro de mí, donde Él siempre nos espera.

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