¿La humildad es actualmente un valor?
Hoy a muchos les pesa la vida. Cargan con la existencia como el dios
Atlas pretende soportar el mundo sobre sus hombros.
El día a día les imposibilita alzar la mirada y respirar aliviados con
la contemplación de los amplios horizontes que nos esperan.
¿Con que palanca podremos levantar la roca que nos oprime? En el
evangelio de Mateo se lee: "Venid a mí todos los que estáis cansados y
agobiados, y os haré descansar. Llevad mi yugo, y aprended de mí, que
soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso porque mi yugo es
suave, y ligera mi carga."
La profunda humildad, la de corazón, es el poder que aligera ese peso
que aplasta presente y esperanzas.
Sin embargo la humildad y su consecuente compañera, la mansedumbre, no
son actitudes o cualidades muy apreciadas. Ni son valores en alza. Más
bien, todo lo contrario. Se la considera y traduce como pasiva
"resignación".
Pero la cita es terminante: la humildad de corazón, la auténtica,
convierte lo áspero en suave, lo pesado en ligero, y la ansiedad
agobiante en pacífico y relajador descanso.
Es cierto que la humildad es la cualidad del "humus", de la tierra. De
lo opuesto a cielo. Se confunde con la condición del polvo.
Pero eso es
así sólo desde una actitud pesimista, como la que se desprende de la famosa
estrofa del himno universitario: «Post iucundam iuventutem,/ post
molestam senectutem,/ nos habebit humus» (Después de gozosa juventud, y
de la achacosa vejez, seremos polvo).
Pero aún admitiendo que humildad
proviene de esa raiz latina, precisemos que humus es la parte más fértil
de la corteza terrestre.
"Humildad" se reviste así de vida, y es sinónimo de fertilidad.
Es la
cualidad de aquello que produce alimento.
Lo que embellece de colores
vegetales el escenario de la existencia y lo perfuma de esencias
florales.
La humildad es la cualidad de la Tierra que, no lo olvidemos, no es una
estrella sino un planeta. Y la astronomía nos recuerda que las estrellas
son cuerpos con luz propia y los planetas sólo reflejan la luz de su
Sol.
Por lo que todo esto nos lleva a lo que constituye la esencia de la humildad.
Ser humilde no es reconocerse pobre, limitado, inferior o abyecto, sino
reflejar toda la luminosidad del que es el Bien, y el perfecto Amor.
Pero siendo consciente, como la imagen que somos, de que todo proviene
de Dios. La fuente de todo no somos nosotros sino la divinidad. La
humildad se convierte así en la cualidad que nos define como hombres no
pequeños o limitados, sino como la manifestación de la infinita
Perfección.
A mí me gusta decir que "el verbo amar sólo se puede conjugar con labios
humildes”. Porque la humildad es el soporte donde la perla del Amor se
puede engarzar.
Por eso Teresa de Ávila dirá que "La humildad es la Verdad". Ya que al reflejarla no impide con nada "propio" la perfecta manifestación.
Conforme el
hombre es más humilde desarrolla una visión más correcta de la realidad.
La humildad fortalece. Es la verdadera fuerza que convierte en
inexistente lo que resultaba una carga insoportable.
Y como broche posibilita la gracia desde el lado humano: "Dios da su
gracia los humildes" (Proverbios 3,34).
Por eso el apóstol Pablo recomendará a los Colosenses "revestíos de
entrañas de humildad" (Colosenses 3,12)
y exhortará a los Filipenses "actuar con toda humildad"(Filipenses 2,3).
0 comentarios:
Publicar un comentario