En Ciencia y Salud leemos: La humildad y la
caridad tienen autoridad divina. (CyS 270:25)
Frase que desde la primera vez me resultó muy familiar
porque siempre pensé que el hombre sólo puede conjugar el verbo “amar”
con labios humildes.
Por eso no me sorprende
que se emparejen esas dos virtudes. [Virtud es una palabra poderosa ya
que su raíz “vis” significa fuerza, plenitud].
Muchas son las
definiciones que se dan de “humildad”. A mí me resulta muy atractiva “Humildad
es andar en verdad” de la española Teresa de Ávila.
Porque es vital
pisar la realidad y no flotar en las nubes.
La humildad es
reconocerse tal como uno es. Como Dios nos ve. Es inherente al ser de
imagen.
Sentirse autónomo,
independiente, separado de Dios, no conlleva esa condición. En esa
errónea percepción alguien se puede sentir soberbio, vanidoso, o
miserable e insatisfecho, pero nunca humilde.
La humildad como sólido
reconocer de la obra divina, siempre está abrazando la alegre gratitud.
Somos todo, porque reflejamos todo.
Ciencia y Salud le
atribuye autoridad divina. Si alguien pregunta ¿que es “autoridad”? La
respuesta no se hace esperar. Es la cualidad propia del que es autor,
creador o artífice. Es decir, de Dios, que es la única Causa de Todo.
Y esa capacidad o poder
que pertenece en esencia a la Caridad o Amor, al Modelo, es conferida
por fluencia a la Humildad, a la Imagen, al Hombre.
Al caminar en la Verdad
o identificarnos nos convertimos en autores o recreadores.
Pero hay más.
Yo miro con sana envidia
al Maestro en su manifestar al Cristo. El ser su más limpia
transparencia hizo que su vida no fuera milagrosa sino consecuencia de
su espiritualidad (Ver CyS 270:35 ).
Mary B. Eddy declaró:
Jesús era hijo de una virgen. Fue designado para dar expresión a la
palabra de Dios y para aparecer a los mortales en una forma de humanidad
que pudieran comprender así como percibir. María le concibió
espiritualmente, pues sólo la pureza podía reflejar la Verdad y el Amor,
que estaban tan evidentemente encarnados en el bueno y puro Cristo
Jesús. Él expresó el modelo más elevado de la divinidad… (CyS 332: 23-31)
María, la virgen,
posibilitó esa elevada expresión. Y fue en su boca donde el evangelio de
Lucas puso el himno de los humildes. (Lucas 1:46-55) Ella se convirtió en el
paradigma de la humildad que causa y facilita la venida del Cristo con
todo su poder y autoridad.
Pero hay un proceso
previo. Primero una conciencia de la continua presencia de Dios y de su
amor gratis: “Salve, muy agraciada! El Señor es contigo; bendita tú
entre las mujeres”. (Lucas 1:28)
Y como consecuencia: una
confianza sin límites u obstáculos a la acción del Espíritu:
“He aquí la sierva
del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra”. (Lucas 1:38)
No hay resistencia. Sólo
un ceder a la voluntad divina.
Pero la palabra sierva
me recuerda una cita más de significado revelador.
“Como los ojos de los
siervos miran la mano de sus señores, y como los ojos de la sierva, la
mano de su señora, así nuestros ojos miran al Señor…”(Salmo 123:2)
En estas pocas palabras
queda al descubierto la clave de la humildad, la práctica de María y
Jesús.
El secreto es: Pendiente sólo de la
Obra de Dios y ciego a toda ilusión, aunque se revista de agresiva
evidencia.
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