Hace tiempo mi
trabajo se desarrollaba en una zona muy deprimida de Málaga. Pobreza,
violencia, robos, drogas… era lo habitual en aquel rincón llamado “calle
Los Negros”.
Un día se me
preguntó en una entrevista periodística: ¿Cómo se siente en un lugar
tan enfermo? A lo que corregí: El mal no radica en calle los
Negros. Ese lugar es sólo la llaga de una Málaga enferma.
Ahora, con el paso del huracán Irma y el sismo mexicano, me acude este recuerdo.
Son estampas que
distan muchísimo unas de otra.
Entonces, ¿por qué
las asocio?
Porque quizás alguien piense que el problema está en ese trozo del
Caribe o del México lindo y querido, martirizados por los terremotos y por los destructores vendavales.
Pero no es así.
Son tan sólo las llagas que nos avisa de la enfermedad mundial.
Nos aterra contemplar los
síntomas, pero no nos confundamos en el tratamiento.
Habrá que paliar un
dolor que es actualidad. Pero sin dar la espalda a su auténtico origen.
Mientras no seamos
radicales en las soluciones, habrá más y más “Irmas” y cataclismos. Con apariencias
diversas pero con la catástrofe como idéntico común denominado.
Tranquilizar la
conciencia del mundo con las ayudas “humanitarias”, los aportes
económicos y el heroísmo de los voluntarios aunque todo esto es urgente,
no basta para evitar futuros semejantes.
Cuando vuelvo la
mirada al pasado, siempre me lamento de la escasa productividad de mi
trabajo en “calle Los Negros”.
A pesar de la fe y el amor que servían de
carburantes a mi actividad, sólo se logró que la miseria emigrara a
otras zonas. Se vendó aquella herida y se abrieron otras.
Sin olvidar a los
que sufren huérfanos de todo, menos de Dios, la tierra en caos es un aldabonazo para
toda una sociedad adormecida.
Nos informa de nuestro estado de salud
y sabiamente nos interpela: ¿Qué hacer?
La respuesta me la
proporciona la práctica de la Ciencia Cristiana. A diario recibo
peticiones de ayuda que suelen adjuntar relatos de tragedias
individuales.
¿Qué hago entonces? La tentación es enredarme con la
contemplación de las dolorosas descripciones. La información me empuja
hacia una mal entendida compasión.
Pero el tratamiento
eficaz es volverme a la Verdad.
El caos desaparece cuando nos abrimos al
“Hágase la luz”.
Y eso no es evasión.
Hace años, mi
ser más querido recibió un diagnóstico fatal. Yo había descubierto el mensaje del Consolador hacía escasos meses.
La visión que me
presentaban los sentidos me hipnotizaba, deslizándome hacia la
desesperación. Hasta que comprendí que precisamente porque amaba
mucho a mi esposa tenía que verla en su inmutable perfección. Esa era la realidad, por
mucho que los sentidos físicos la contradijeran.
Y al final, aprendí que ese era el camino para salir de nuestro infierno
particular.
Hoy oro del mismo modo. La Vida lo llena todo. El Amor también está allí. Donde
se manifiesta en ayuda humanitaria, donde emergen los sentimientos más
nobles, el heroísmo de los pacíficos y los solidarios.
Muchos pueden
llamar loca a esa actitud, pero por experiencia estoy convencido que es
la única capaz de sanar este mundo, del que las crisis de locura de la naturaleza son sólo sus síntomas.
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