Este conocido consejo de Pablo, pero rara vez seguido, es todopoderoso para experimentar la realidad exclusivamente.
Todo lo que en el día a día aparezca diferente hay que reconocerlo como irreal.
Desposeerlo de inmediato de toda creencia de poder y borrarlo de la conciencia.
Porque si permitimos su compañía en el camino lo experimentaremos tarde o temprano.
Por eso examinemos ahora y siempre las cualidades de lo que está en nuestro pensamiento.
Y cambiemos todo por lo que es correcto.
Observemos esta sabia disciplina apoyados en que solo Dios y sus ideas siempre perfectas constituyen la realidad.
Y que toda ley que justifica un sufrimiento, amenaza, conflicto o carencia de bien no sólo es una ley injusta, sino que tampoco tiene poder ni existencia que impida o retrase la armonía eterna e infinita.
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