Me cansa esta película de la existencia del yo.
Con la que tanto me identifiqué en otro tiempo.
Y aunque ahora sé que es sólo ficción y no realidad, todavía me sorprendo interpretando o sufriendo su guión escrito por la mente mortal.
Y así creo experimentar los sueños y las pesadillas que equivocadamente llamo "mías".
Y también la de los "otros" cuyas reales identidades cada día me importan más.
Anoto a modo de ejemplo, como el "fuera" me implica un día sí y el otro también, en los devastadores efectos de una convulsa naturaleza.
Aunque aquí, en mi campo, todo esté en calma.
Y tantas otras historias personales.
Por eso recurro a la oración.
Pero no como una alienante escapatoria.
Sino porque me doy cuenta que orar es vivir y ayudar.
Es centrarse en Dios y en su manifestación infinita.
Como se recuerda en Juan 17.3: "La Vida es conocer a Dios y a Su Hijo" (el Hombre verdadero o Cristo).
Antes, ir al cine, era para mí el recreo deseado durante días.
Hoy, la oración y la correcta visión que deja, es mi verdadera fiesta y descanso.
Porque ese despertar es el auténtico vivir.
miércoles, 20 de septiembre de 2017
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
0 comentarios:
Publicar un comentario