El error (magnetismo animal o mente mortal según Mary Baker Eddy) también se reviste la toga de estrecho magistrado condenador.
No lo olvidemos. Dios no es el juez
Quien hace de pecador y también de puntilloso juez de sí mismo siempre es el yo.
Nos enreda con su sospechoso celo justiciero.
Y así impide nuestro descanso en la Verdad.
Con sus sentencias y diagnósticos.
Por eso nunca discutamos con el yo.
Ni siquiera para exculparnos.
Su tribunal ni es real ni legítimo.
Le damos la espalda y nos centramos en como es Dios ahora mismo.
Porque esa es nuestra autentica realidad.
Lo que en este presente eterno está divinamente sucediendo.
Y desde esa elevada atalaya del Espíritu será ya imposible experimentar las mentiras de la Nada.
jueves, 14 de septiembre de 2017
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