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lunes, 20 de febrero de 2017

INCENDIEMOS LA NOCHE

Orar es atesorar claridad. 
Pero no basta con esporádicos y débiles vislumbres. 
Una centellita ilumina apenas un instante. 
Pero para un día perfecto y completo es un Sol lo que se necesita. 
Sin silenciosa escucha, la noche se eterniza.
Por eso, muy temprano, al amanecer, en silencio y confiada constancia, hay que incendiar la conciencia con la claridad de la Única Presencia, antes de dar un solo paso. 
Dejarnos llenar de la única y real totalidad del Espíritu, de la Vida, de la Armonía infinita... del Amor universal, incansable y gratuito.
Y así no sólo se ahuyentará la oscuridad. 
Nosotros mismos seremos luz y en ella rescataremos la armoniosa e infinita realidad.

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