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lunes, 6 de febrero de 2017

¡NO HAY MÁS!

Me compartiste alegre tu progreso.
Cuando sufrí el ataque del miedo, fue reconocer la presencia del Amor y las dolorosas creencias se disolvieron.
Sentí la respuesta inmediata de Dios. ¡Fue maravilloso!
Y a renglón seguido añadiste: ¿Qué he de hacer para permanecer ahí siempre?
Y como un resorte me surgió la respuesta:
Esa responsabilidad no es tuya. Es más: no hay otro lugar donde puedas ir o estar.
¡No hay más!
Esa es la trampa. Admitir que hay otra realidad. Creer que se puede estar -o estamos- fuera del Amor.
Eso nunca puede suceder. Ni siquiera por un segundo.
El pensar esa quimera debiéramos convertirlo en "un reflejo condicionado". 
Experimentar la desarmonía tendría que ser un poderoso avisador más para segregar auténtica consciencia y percibir así la siempre amorosa y benéfica realidad.
Para revertir la alucinación del mal y sus frutos no hay que peregrinar a la Casa del Padre. No hace falta tiempo ni conocer "secretas sabidurías".
Sólo caer en la cuenta de inmediato que siempre estamos allí, y nunca fuera.
Que incluso el ruido del error nos despierte a la conciencia del Bien.
Porque es que …

¡NO HAY MÁS!

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