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jueves, 25 de enero de 2018

LAS FASES NO SON DE FIAR


Hace un par de noches me fue difícil encontrar a la Luna cuando miré al cielo.
Ella apuraba su última fase, lo que no me sembró preocupación alguna sobre el destino del constante acompañante de nuestra Tierra.
Ni la Luna nueva de oscura presencia, ni el cuarto creciente, ni el plenilunio luminoso, ni el cuarto menguante influyen en el ser de nuestro satélite.
Cambios, apariencias y no realidades, que invitan a reflexionar sobre como en el escenario del tiempo se presenta la farsa mortal.
Porque gestación, nacimiento, infancia, juventud, madurez y vejez sólo son visiones, desfiguradas por la distancia, del hombre real. 
El sentido físico siempre en lejanía infinita, nunca presenta la verdad acerca de nada, y menos de la imagen perfecta de Dios, recapitulación de la creación que Él creó.
Al contemplar el firmamento nadie cree que la Luna esté en plenitud una semana, y a la siguiente se muestre mutilada en su mitad.
Entonces, ¿por qué aceptar como verdad para el ser humano, lo que sólo son apariencias?
Máxime cuando los limpios ojos de la Mente dan testimonio desde la eternidad sólo de la perfección de Todo, incluso del hombre.
Reflejamos la Vida. Y “la Vida es eterna”. (Ciencia y Salud 246:27)
La Sra. Eddy declara: “Debiéramos descubrir eso y comenzar a demostrarlo.”(CyS 246:27-28) Si la Luna siempre está completa, a pesar de cómo se presente a la consideración  mortal, ¿por qué el hombre no va a gozar de divina plenitud a perpetuidad?
Ser consciente de esa realidad es descubrir el Dorado. Eso debiera constituir la principal tarea de nuestra existencia.
Para facilitarnos esta empresa Mary Baker Eddy continuará diciendo: “Modelemos, pues, nuestros conceptos de la existencia en belleza, lozanía y continuidad, en lugar  de vejez y decrepitud.” (CyS 246:29-31)
Abandonemos pues el fijarnos en las fases. Sean las lunares o las humanas, nunca son de fiar.


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