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jueves, 11 de mayo de 2017

TODO ES MUCHO MÁS... SENCILLO


El pasado martes recibí un correo electrónico. Estaba cargado de inspiración.
Hace unos días, leyendo la Biblia tuve una percepción clara de qué es orar. Fue en Ezequiel 43: 5 "Y me alzó el Espíritu, y me llevo al atrio interior; y he aquí que la gloría del Señor llenó la casa". A partir de ese momento, siempre me situo para orar como hace mi perrito “Nano”, cuando llego a casa. El me espera alegre, y yo lo levanto  para darle un abrazo. O como los niños pequeños que miran de esa manera que inevitablemente los alzas. En fin que esas palabras han sido un regalo porque me han enseñado que no hay que hacer nada !como siempre! sólo saberte amable y alegre, sabiendo lo estupendo que te espera.
 Se nota que mi amiga ha tenido la experiencia. Ha sido alzada por el Espíritu y llevada a lo más íntimo, “el atrio interior”.
Yo conozco a Nano, su perrito, al que a veces, en mi interior, prendado de su confiada inocencia, llamo “San Nano”.
Para mí, su característica más especial, es que se sabe -sin una duda- digno de ser querido.  En consecuencia sólo espera abrazos y regalos. De esa forma es imposible que pase desapercibido y sin experimentar más que caricias y piropos. Él siempre está receptivo al cariño.   
Mi amiga acierta al comparar la experiencia de oración con la actitud de su mascota o con la de un bebe que sonríe amplia e inocentemente desde la cuna, invitando a la levantada y al abrazo.
En la oración, la iniciativa es de Dios. Él nos ama desde la eternidad.
No hay que merecer el amor, porque ya no lo sería. Es gratuito.
Pero lo que arranca esas experiencias inolvidables –casi instantáneas, a veces- cuya huella dura días y días, y que colma de Dios nuestra existencia, es la actitud alegre y segura de sabernos queridos,  amables –de tanto ser mirados con arrobo por el que nos trajo a esta Casa, nuestro Padre-Madre.

Eso, y nada más, porque todo lo importante es mucho más… sencillo.

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