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domingo, 4 de junio de 2017

BABEL FRENTE A PENTECOSTÉS

No son sólo dos palabras. 
Son dos movimientos. 
Y dos resultados.
Babel expresa el abajo arriba.
Pentecostés indica el arriba abajo.
La primera es sinónimo de confusión.
La otra sugiere comprensión y entendimiento.Recordemos sus historias.
Babel. Reunión de la familia de Noé tras escapar de la catástrofe gracias al cuidado divino. Todo el antiguo mundo desaparecido bajo las aguas diluvianas. 
Excepto ellos acobardados por el pánico que les dura.
Pentecostés. Un puñadito de galileos agrupados, bajo techo en "la habitación de arriba". El líder se ha marchado. Tienen miedo.
Unos y otros han recibido mensajes pacificadores. 
Ya no habrá más diluvios, se les ha dicho a los primeros. 
Y los otros han recibido una increíble promesa: “quienes  crean en mis palabras vivirán eternamente”.
Los supervivientes al diluvio dan la espalda a su arco iris. 
Los compañeros del desparecido maestro callan y rumian esas palabras de difícil aceptación.
Frente a sus mensajes los dos grupos se sitúan en posiciones divergentes. 
Para unos el mensaje queda atrás. 
Para los otros el mensaje está siempre enfrente.
Para los de Babel la salvación ha sido un hecho reciente. 
Para los de Pentecostés la inmortalidad representa una promesa.
Sus reacciones son distintas. 
Los hijos de Noe deciden construirse su seguridad. No cuentan con Dios. Nada extraen de su experiencia salvadora.
Los seguidores de Jesús se quedan quietos para que Dios muestre que es Dios.
En unos, Dios no cuenta. En los otros, Dios ocupa todo su pensar.  
Contar con las posibilidades humanas. 
Depender en todo de Dios.
¿Y que se sigue?
Babel. De comienzo una sola lengua, una única familia, un propósito. El resultado: no llegan a entenderse, división de la familia, dispersión, la torre que llegaría al cielo totalmente arruinada.
Pentecostés. Al principio, muchas lenguas, naciones diversas y muchas y diferentes intenciones.
Lo conseguido: a pesar de la diversidad de idiomas todos entienden, y las nacionalidades no impiden la integración en una nueva familia, la de los que aceptan el  poder del Bien. Y una sola voluntad: la divina, la del gobierno del Amor.
De Babel, el sentimiento de lejanía de Dios, provoca un estéril empuje hacia arriba que sólo trae división entre los hombres, separación, dispersión,  deambular temerosos por la existencia.
De Pentecostés, la confiada espera a que se abran los cielos no para llover calamidades, posibilita la escucha de la gran palabra: “Tú eres mi hijo muy querido, mi alegría” .
Babel, es una leyenda etiológica que intenta explicar el por qué los hombres están incomunicados por la misma palabra que les debía unir. El relato añade una explicación más acerca de este mundo de pesadilla donde con frecuencia creemos vivir.
Pentecostés recobra para la humanidad la actitud que restablece la unión de Todo. Esa no es otra que  el aprender a comunicarnos, mediante la escucha de la palabra del Padre.
Así, escuchando a la Mente,  aprendemos la nueva lengua sobre la que reflexiono con frecuencia.

Notas: (1) El hecho de llamar Babel a aquel mítico lugar donde las lenguas se confundieron nos aporta dos datos: que la redacción de esta leyenda es posterior al destierro de Babilonia (Babel), y el juicio que a un pueblo monoteísta, como el judío, le merece la próspera civilización politeísta de los babilonios.

(2) La famosa torre que los hombres intentan construir para llegar al Cielo se inspira en el zigurat o torre-templo  de siete pisos que mandó construir Nemrod, rey de Babilonia.

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