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domingo, 11 de junio de 2017

SI TÚ ME DICES "VEN"... (1)


Hace algún tiempo una conocida me llamó desalentada. Tenía que mudar de país por motivos de trabajo. El colmo de su malestar se resumía de forma plástica “¡Allí no hay grupo de Ciencia Cristiana!”.
-“Quizás por eso tienes que ir”, me atreví a decir.
Después de la Ascensión, y del elocuente Pentecostés, los estudiantes del Maestro, se resistieron a dejar Jerusalén. A muchos no los despegaban del Templo ni con agua caliente.
Si no es por la persecución el mensaje del Consuelo nunca hubiera salido de aquel rincón del Mediterráneo oriental.
Muchas veces, la Verdad que libera fue llevada a los cuatro puntos cardinales, húmeda por las lágrimas de los que tuvieron que emigrar o escapar de unas situaciones difíciles.
Lo que se te antoja con mirada miope como desgraciado es, por supuesto, todo lo contrario. No nos sorprenderían esas neblinas que pretenden ocultar el bien siempre presente, si fuéramos conscientes de que sólo están sucediendo las maravillas de Dios. A cada instante y sin interrupción. Lo que parece un infortunio dale la vuelta, inviértelo, y ya verás.
¿Hemos olvidado que llevamos un tesoro en vasos de barro? Será porque no miramos dentro con calma. Y esa riqueza es para compartirla. Esa lucecita es para iluminar no sólo donde ya se aprecia la luz  sino también y con más urgencia donde todavía parece que no ha amanecido.
Todos estamos llamados a ser luz, sal, levadura y vaso de agua fresca para los sedientos. Pero nos ocurre como a Jonás. Creemos que más allá de nuestras cuatro paredes, del refugio que nos hemos construidos y en el que quizás nos apoyamos, existe el peligro. Pero ¿además de Dios existe algo?
Y como Jonás justificamos nuestra resistencia a movernos. Las excusas son variadas pero con un idéntico denominador: se piensa tener que actuar solos. Siempre el sentirnos separados, y por tanto equivocados. “Sin Mí nada podéis hacer”. Y “yo, el Cristo, estaré con vosotros hasta el final del tiempo”.
Donde tú estés, ahí está Dios actuando, bendiciendo, bien-haciendo, revelándose. Sólo hay que ser transparente. Para ello derribemos los muros que nos ha construido el miedo, es decir, la falsa consciencia de la ausencia de Dios.
No temamos los cambios. Dios que es nuestro auténtico lugar, nuestro refugio, está en todas partes.
Y nunca te manda: “Ve”, sino que siempre te dice “Ven”.
(1) de la canción de Los Panchos.

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