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sábado, 10 de junio de 2017

LA VIGA Y LA MOTA

   

A veces me sorprendo en un mundo peligroso y amenazador. Ante mí se despliega una secuencia ininterrumpida de envidias, corrupciones, rencores, injusticias, enfermedades "incurables", violencia, mentiras...
¿Para qué seguir describiendo "la nada"?
No condeno, pero veo, sufro y hasta me tienta la irritación.
¿Es porque estoy en una atalaya de pureza y santidad?  ¿Diviso mal en los que otros ven normalidad, a causa de "mi" elevada situación? ¿Es "mi espiritualidad" la que descubre tanta materialidad? ¿Soy mejor por comprobar que ese mal "está ahí fuera", pero yo "aquí" estoy limpio?
Dos citas bíblicas me despiertan de golpe y disuelven los interrogantes.
3¿Por qué miras la mota que tu hermano tiene en su ojo y no te fijas en la viga que tú tienes en el tuyo? 4 Y si tú tienes un tronco en el tuyo, ¿cómo podrás decirle a tu hermano: ‘Déjame sacarte la paja que tienes en el ojo’? 5 ¡Hipócrita!, sácate primero el tronco de tu propio ojo, y así podrás ver bien para sacar la paja del ojo de tu hermano. (Mateo 7:3-5)
Reparar el mal no canoniza a nadie. No se es más bueno por ver lo malo.
Y lamentar la situación o escandalizarme no ayuda al mundo.
Antes tengo que enfrentar "mi" problema de visión. Ni se trata de mejorarla ni de cambiar lo que veo.
Tampoco hacer que el sol brille más.
El profeta Habacub proporciona la clave. "Dios es muy limpio de ojos para ver el mal" (Habacub 1:13)
Y no hay más ojos que los de Dios. Con unas lentes de "nada" sólo se puede ver "la nada", la esencia del mal.
He de ver con la Mente divina lo que Ella crea y recrea.
El observar la desarmonía, ya en los otros o en mí, indica mi lejanía respecto a la realidad. Sentir eso es desconocer la vida. Es ser consciente sólo de la nada, de la basura de la existencia.
Y en la asfixiante atmósfera de los estercoleros nadie se extraña que siempre puncen los parásitos y apeste la descomposición.

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