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sábado, 17 de junio de 2017

TÚ SERÁS MIS OJOS



El mayorcito aupaba al pequeño para que mirara tras la tapia.
Ahora tú serás mis ojos. ¿Qué ves?”.
En mi paseo matutino no me detuve a esperar el recuento de los descubrimientos del niño.  
Ya sabía que tras el muro sólo había naranjos y limoneros, además de algún que otro granado.
Pero me quedé con la afirmación oída: “Ahora, tú serás mis ojos”.
Recordé como en una época muy dura también yo tomé idéntica decisión.
Entonces acepté como un ancla en medio de la tormenta aquella verdad registrada en la primera de las páginas bíblicas: “Todo está bien”(Génesis 1:31).    
Aunque mis ojos veían lo contrario.
Más tarde tuve que visitar a un amigo en un Hospital.
Nada más traspasar el umbral de la institución sanitaria mi mirada fue registrando rostros afligidos, preocupados, temerosos, doloridos.  
Al tiempo que mis oídos captaban murmullos de resignación y lamentos.
Antes de llegar a mi destino tuve que detenerme porque la atmósfera del lugar me oprimía.
Me volví a Dios. Y me pregunté:
“¿Margina Su contemplación a estos hombres y mujeres?” “¿Ignora la Mente lo que aquí está sucediendo? “¿Qué es lo que Él ve?”
Durante unos segundos me quedé como en blanco. Pero pronto acudieron pensamientos como caricias que disolvieron el ahogo.
Donde vemos seres rotos de mil formas, cirugías agresivas, existencias sin futuro, sufrimientos, llantos y desesperos, Dios descubre un espacio inédito.
Él percibe lo único real: el Amor en tantas y variadas manifestaciones. 
Lo aprecia en el cansancio de tantos días,del familiar que asiste junto a la cama del paciente. En la atención infatigable de enfermeros y auxiliares. En la frente sudorosa del cirujano que lucha por salvar una existencia sin mirar relojes… En la plegaria del que pide, sin saber que Todo ya está.
Dios siempre se descubre en Todo, porque nunca está ausente, aunque la mente mortal lo intente eclipsar.
Y de repente, como si cayera un velo, comencé a ver detrás de las tristes apariencias.
Allí estaba el Amor llenándolo todo. Sólo el Amor. Lo demás no era más que disfraz.
Sentí el calor de la Vida.
Y por eso no me costó saludar a mi amigo con la alegre, sanadora y "buena noticia": “¡No temas! ¡Todo está bien!”  
Después, al salir, el cielo seguía nublado. Pero eso no aflojó mi sonrisa.
Porque la decisión ya la había renovado.
“Dios mío, Tú serás siempre mis ojos, porque en realidad no tengo otros”.

1 comentarios:

Unknown dijo...

Esta reflexión me hace recordar acerca de lo que se percató Jacob: "Ciertamente Dios esta aquí y yo no me había dado cuenta"
Gracias Don José