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viernes, 11 de agosto de 2017

DIOS SOLO TIENE UNA PALABRA


"Los hombres sólo tienen una palabra. Y la cumplen" Me solía inculcar mi padre. Y hoy recuerdo que apoyaba la enseñanza con su ejemplo. Nunca dudé de él. Porque lo que prometía siempre lo cumplía.
Después, de adulto conocí a hombres, sobre todo en los pueblos de mi Andalucía,  que sellaban sólidamente sus negocios con un simple apretón de manos y no con una escritura notarial. El padre de Laly fue uno de ellos. Era fiel a la palabra dada, aunque las circunstancias cambiaran en su contra, y le proporcionarán pérdidas en vez de ganancias.
Con personas así, confiar era garantía de seguridad. Las dudas no encontraban lugar donde anidar y la promesa era prenda de cumplimiento. 
En el Antiguo Testamento, Dios aparece como quien por propia iniciativa, es decir, por pura gracia, promete una y otra vez el Bien  a su criatura. La coacción humana no aparece como causa de la promesa.
Y la Historia  Bíblica es la crónica de ese “cumplir” divino,  aunque el hombre casi siempre desconfía de Su palabra.
Como botón de muestra está la saga de los Patriarcas. El rico matrimonio de Abraham y Sara no tienen descendencia porque ella es estéril. Y sin mediar petición a Dios, reciben la promesa: “Con tus descendientes formaré una gran nación”.
Pasa el tiempo, y los hijos no llegan. Abraham, desconfiado, se queja a Dios: “Como no me has dado ningún hijo, el heredero de todo lo que tengo será uno de mis criados”. Pero Dios renueva su promesa: “Tu heredero será tu propio hijo, y no un extraño. Mira bien el cielo, y cuenta las estrellas, si es que puedes. Pues bien, así será el número de tus descendientes”.
Pero Sara se cansa de esperar. El recuento del tiempo le hace desconfiar de la promesa. Y al apagarse su fe,  desilusionada, intenta sus propias soluciones. Hace de Dios y entrega al marido, la joven esclava Agar, para que ésta conciba un hijo.
El hombre mortal busca sus propias soluciones, al desconfiar de Dios. Se cree su propio salvador, apoyado en sus propias decisiones y proyectos.
Y los planes de los hombres, cuando no son la ejecución de la voluntad  divina, cuando no nacen de la unión con Dios, siempre son obstáculos. Cuando menos a la larga. Aunque parezcan soluciones. Invito a leer el capítulo 15 del Génesis para que se compruebe esto último. Conflictos insoportables entre el ama Sara y Agar, la sirvienta y una cruz de problemas para el pobre Abraham.
Pero aunque la confianza del hombre sea débil, la fidelidad divina a su promesa es fuerte. Por fortuna, la Palabra de Dios ni se apoya ni descansa en la confianza de los mortales, sino en su propio Ser. Sólo Dios es el fundamento de todo el Bien. 
Y contra toda esperanza humana razonable, Isaac nace y la Promesa se cumple.

Con frecuencia acudo a esta reflexión. Repaso las palabras que el Padre-Madre ha dirigido a la humanidad. Y descanso sabiendo que su cumplimiento no depende de nosotros, sino de que Dios sólo tiene una palabra y Él mismo es la Palabra.

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