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lunes, 3 de abril de 2017

DIOS NO TIENE VOLUNTAD


El idioma humano acerca a la Verdad pero de forma vaga e imprecisa. Nunca traduce correctamente.
Valga el siguiente ejemplo.
Voluntad  proviene de “voleo” querer, desear. Lo que introduce la idea de algo que no se tiene y se pretende tener. Ese anhelar algo nos sitúa en el tiempo, porque supone que en un momento algo no se posee y que después posible o seguramente se conseguirá. Es decir, el deseo saca de la eternidad.
No es el caso de la llamada Voluntad de Dios. El no desea nada, porque es y tiene Todo.
Querer que se haga Su voluntad en mi existencia es vana aspiración. Porque Ella siempre está cumplida. La llamada “voluntad divina” ni halla, ni puede encontrar, impedimento.
Es una actual y sempiterna realidad, de la que únicamente podemos ser conscientes o inconscientes. Conocerla es gozarla y su ignorancia se traduce por ansiedad o desespero.
Todo lo que Dios ama ya es. Por tanto el hombre perfecto que somos, ya lo somos. Lo reconozcamos o no.  
La expresión “voluntad de Dios” conduce a confusión. Sólo hay voluntad mortal, ya que únicamente la mente humana considera necesidades, carencias, imperfecciones que sustituir o cambiar.
En el “Padre Nuestro” se dice desde la perspectiva del hombre mortal “Venga tu reino”. Y la respuesta absoluta que añade la interpretación espiritual aclara con pacificadora rotundidad “Tu Reino ha venido. Tú estás siempre presente”. (1)
Y al “Hágase tu voluntad…” en dos “ámbitos” diferentes (cielo y tierra), corresponde el tomar conciencia de la universal supremacía y omnipotencia divina  en el presente eterno que implica el verbo ser en presente: “…Dios es omnipotente, supremo”. (2)
En concordancia con lo anterior es profundamente revelador como la Sra. Eddy, en Escritos Misceláneos, identifica Voluntad de Dios con el Poder del Espíritu. (3)
No hay voluntad de Dios, tal como el pensamiento humano puede identificar, sino Poder de Dios. Y de Él es todo el poder. No hay otro.
“No tendrás otro Poder delante de mí”. (4)
No hay que estar preocupado por el triunfo del único Poder. Ya Todo es.
Durante muchísimos años resumía mis aspiraciones más profundas en una oración “robada” de las palabras con que Ignacio de Loyola acaba todas sus cartas: “Que Su santa voluntad sintamos y ella enteramente cumplamos”.
Hoy al comprender más he tenido que corregir el anhelo en esta declaración de la Verdad:
“Sólo tu Poder es, y Él constituye mi auténtica Vida”.
(1) Ciencia y Salud 16:34-35          (2) Ciencia y Salud 17:4       (3) Escritos Misceláneos 185:4-5        (4) Éxodo 20:3

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