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lunes, 24 de abril de 2017

LA ÚNICA RESPUESTA


¿Hay respuestas a todos los “por qué”?
 ¡Por supuesto!
¿Para los interrogantes nacidos de la curiosidad infantil? 
Esa buscadora natural de la Verdad?
¿Y para los que se encorvan bajo el peso de cualquier  carencia de bien?
Sólo una respuesta.
Y cuando esta "una" se acepta, descerroja los pesados portones de la pesadilla, y posibilita que la luz invada de alegría la existencia.
Todo lo que se sugiere detrás de la incógnita, nunca puede fundamentar o justificar una desarmonía.
Sino todo lo contrario.
Tras el velo siempre permanece el resplandor del Bien.
El mal que aparece no se apoya en decretos inexorables o en una condena inevitable, misteriosa y caprichosa cuyos argumentos son incomprensibles.
Las contradicciones y las injusticias que nos sorprenden casi a diario no son ni para la queja ni para fatalística resignación.
Porque la ceguera de nacimiento nunca tuvo causa.
Ni la oscuridad que imposibilita el ver  tiene Principio.
Y la dificultad para gozar la armoniosa realidad es sólo sugestión.
¿Quién pecó para que naciera ciego? (Juan 9: 2 Sus discípulos le preguntaron: «Rabí, ¿quién pecó, para que éste haya nacido ciego? ¿Él, o sus padres?» 3 Jesús respondió: «No pecó él, ni tampoco sus padres. Más bien, fue para que las obras de Dios se manifiesten en él.)
Ni fue el pecado de otros ni el nuestro, el justificante de  una conciencia atormentada.
¡Dios mío! ¿Por qué…?
La respuesta siempre fue, es y será: “Para que se manifieste la gloria de Dios”.
No nos encerremos en la celda de los torturadores interrogantes.
Todo lo que suscite una dolorosa interrogación es para ser recurrido con energía y de inmediato en el tribunal de la Verdad.
Siempre nos asiste el derecho divino que es la única consecuencia de la Vida, la Verdad y el Amor infinito, eterno y supremo.
El error que pretende envolvernos sólo es una nueva oportunidad para que se manifieste nuestro Padre-Madre Dios, del todo armonioso.
Porque no lo olvidemos: nuestra extrema necesidad nunca es la sentencia condenatoria del hombre sino siempre es ¡la oportunidad de Dios! (Ciencia y Salud 266:16-17 "la necesidad extrema del hombre es la oportunidad de Dios")

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