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martes, 10 de enero de 2017

DEJEMOS LA ORACIÓN PARA DIOS


Ayer alguien me dijo que no podía orar.
Lo necesitaba.
Pero por más que lo intentaba una y otra vez no lo conseguía. 
Y le comprendí porque también he pasado  por esa experiencia en que la hipnosis presume de poder, (aunque éste también sea ficticio) y la verdadera identidad parece que se ausenta.
Orar es ser consciente de los pensamientos de Dios. 
Por eso el yo, nunca puede orar. 
Y  es lo que frecuentemente pretende. 
El yo siempre quiere hacer y controlar todo.  Aunque sea orar. 
Así reivindicar su ilusoria existencia.
Por eso ayuda saber que el Padre-Madre, la única Mente, y por tanto, la nuestra, siempre está orando. 
"El Espíritu mismo ora por nosotros con gemidos indecibles "(Romanos 8:26). 
Nada interrumpe su continuo reconocimiento de la Verdad de Sí mismo, que también es nuestra verdad, la realidad absoluta. 
Nunca está intentando sanar lo que no es ni puede ser, ya que eso le haría cómplice de la nada.
Orar es aceptar que Dios ora, y el contenido de su oración.
Y ese saber que lo íntimo de mi Ser mantiene la perfección infinita, sin que nadie le estorbe o confunda, es lo que me conduce siempre al cálido refugio de la eterna armonía.

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