Ante cualquier mal a disolver, Mary Baker Eddy declarará con
convicción:
Yo les voy a decir la forma de hacerlo. ¡Es amando! Simplemente
vivan el amor —sean el amor— amen, amen, amen. No conozcan otra cosa que no sea
el Amor. No hay nada más. Eso hará la obra. Sanará todo; resucitará muertos. No
sean otra cosa, sino amor.1
Se trata de amar al que padece, sea otro o uno mismo.
Reconocerlo como Dios lo conoce.
Nunca hay un enfermo que debe ser curado, sino
sólo es la imagen de Dios que ha de ser reconocida.
El trabajo eficaz exigido es descubrir lo que Dios ya
ha hecho.
Lo que sana es un acto de amor.
Todo consiste en amar. En reconocer al
otro como en verdad es.
Despojado de los andrajos que cubre y oculta
su maravillosa realidad, aparecerá con
la túnica inconsútil de hijo con la que está vestido desde la eternidad.
Y el yo nada
tiene que mantener.
Dios lo hace todo.
Si estuviera viendo siempre con Sus
ojos, ni sufriría visiones equivocadas ni tendría que esforzarme en
corregirlas.
Porque lo que exige el esfuerzo no es ver la Verdad, sino seguir contemplando el error.
Por eso creemos estar todos tan fatigados.
1 Sue Harper Mims, We Knew Mary Baker Eddy, p. 134
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