La ley de Dios o
ejecución de Su Voluntad es el único poder que gobierna no sólo el Cielo o
plenitud de lo Real, sino también la Tierra o Cielo entrevisto tras el velo del
tiempo.
Y esa fuerza siempre victoriosa ya nos fue regalada como recuerda
el profeta.
"Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón"
(Jeremías 31:33).
Es decir, esa
"omnipotencia" son los pensamientos correctos.
El Poder infinito es
pensar como Dios, "pensamientos de bien y no de mal" (Jeremías 29:11).
Los cuales no se encuentran más allá de horizontes lejanos, sino -escritos- en
nuestra conciencia.
Ese es el Reino
infalible de Dios que “dentro de vosotros está” (Lucas 17:21).
Ahí, en lo más íntimo lo encontraremos siempre y
no fuera.
Y una vez conscientes
de su eterna e inmutable Presencia, nuestro trabajo sólo consiste en no estorbar con dudas y temores y gozar así de la armoniosa y segura manifestación.
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