Lo contrario del
Amor no es el odio sino el miedo.
De ahí que el saludo de Jesús sea “No temáis”.
Porque corriendo ese negro y asfixiante velo es como se percibe el Amor.
Sólo
así siento la Presencia acariciadora de Dios que me establece de nuevo en la
armonía.
En eso consiste la Revelación: en “sentirme amado siempre”.
Ser experto en teología sin saberme amado es ignorar de todo.
Pero ¿cómo
rasgo esa oscuridad que nos envuelve con dolorosa frecuencia?
Sobre todo cuando comienzo a
despertar en medio de ella.
Ya la misma pregunta me consuela. Porque está claro
que sólo los que se van liberando del sueño, notan la tiniebla que
oculta la realidad que hay.
El que duerme no se da cuenta.
Pero regreso a la
respuesta.
Se hace la luz en “la noche del alma” al dejarse a un lado la persistente tentación de los sentidos y me aferro al Espíritu.
El Amor, paciente, espera en
lo más íntimo de mí mismo.
“El reino (o cielo) dentro de vosotros está”(Lucas
17:21). No hay que buscarlo en las apariencias que velan la auténtica y única
Verdad.
Sino abandonar la visión física o emocional y avanzar en el
entrenamiento de la percepción espiritual.
Y saber que puedo hacerlo porque ya
tengo Todo.
“No temas, rebañito, porque a vuestro
Padre le ha venido en gana daros el reino”. (Lucas 12:32)
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