Hoy la prisa
ritma nuestro existir.
Y el paso rápido del tiempo dificulta algo tan necesario
como el permanecer.
Si alguien duda de la importancia de esa actitud de reposo
y constancia repase las citas siguientes.
“Si
permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis
y os será hecho” (Juan 15:7) Establecerse en el Cristo,
manteniendo su mensaje como guía, posibilita que todos nuestros deseos de Bien,
queden satisfechos.
Y el siguiente pasaje añade algo más: “Sois mis discípulos si
permanecéis en mi palabra, y conoceréis la verdad, y la verdad os hará
libres”. (Juan
8:31-32). Ser libres de nuevo sólo es posible mediante el conocimiento vivo, y
no teórico, de la Verdad.
Y esa sabiduría experiencial sólo se obtiene no
cambiando de Palabra, de pensamiento. Sino mediante el estudio continuado. El que
incluye aplicar sin demora, lo que se va comprendiendo.
El persistir
supone confianza cierta en aquello que se espera.
Es aceptar de antemano lo que
la Palabra declara y promete, y cuya realidad la misma historia ha confirmado con
amplitud.
Por eso se aconseja con autoridad: ”Insistid mentalmente en que la armonía es la realidad y que la
enfermedad es un sueño temporal. Percibid la presencia de la salud y la
realidad del ser armonioso, hasta que el cuerpo corresponda a las condiciones
normales de la salud y armonía.” (CyS 412: 26-31)
Y esa continuidad
que asegura la meta definitiva sólo se consigue al anclarnos en un ámbito tan
cálido como éste que describe el cuarto evangelio: “…permaneced en mi amor. Y lo haréis si como yo, os guiáis por Sus
Palabras …. (Juan 15:9-10).
Así que aunque no me sienta merecedor nunca deje de escuchar lo que desde la eternidad, resuena para mí y para todos:“Tú eres mi hijo muy amado, mi alegría”. (Marcos 1:11)
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