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jueves, 5 de enero de 2017

ESCUCHAR A DIOS, SE APRENDE ESCUCHANDO

Ayer, alguien compartió conmigo cómo había sanado horas antes, mediante la oración. "Sólo me quedaron una especie de náuseas repetitivas, que cuando me llegaban , yo por mi parte acudía a escuchar de nuevo a Dios. Y al final comprobé que cada vez que pegaba el oído, Le oía mejor."  
Lo último de su confidencia me recordó una actividad recién emprendida. 
Al cabo del día escribo tanto que hace poco decidí probar una aplicación informática de "reconocimiento de voz" para dictar a mi ordenador en vez de teclearle directamente. 
Los primeros intentos fueron desalentadores. Casi un chiste. Lo que aparecía en la pantalla en nada se acercaba a lo que yo acababa de decir. 
Estuve a punto de arrojar la toalla sin más. Pero en los foros de Internet me informé que con práctica y paciencia, repitiendo una y otra vez, Windows iría aprendiendo, y al final entendería todo lo que yo le fuera comunicando.Y así va siendo.
Lo importante no es sanar lo que en realidad siempre es una ilusión. 
Lo realmente trascendente es sacar a la luz la verdadera esencia del Todo, que es también la mía. 
Y eso sólo se consigue escuchando. 
Quizás al principio no entienda. Pero no porque se dicten trabalenguas sin sentido. 
Será necesario ese contacto continúo e íntimo en que uno aprende a reconocer la Voz, y momento a momento se va llenando del significado de la Palabra. 
Perseverando en la escucha del "Tú eres mi hijo muy amado" descubriremos que todo y nosotros somos Amor.

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