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domingo, 19 de febrero de 2017

¿HAY ALGUIEN MÁS?

Siempre me ha inspirado el relato del excursionista que resbala en la montaña.
Con el abismo abierto a sus pies, aferrado a una rama, grita desesperado con el pánico ahogándole la garganta:
“¿Hay alguien ahí?”. Y perdido el sonido del eco, surge una respuesta:
Aquí estoy. Soy tu Padre, Dios”.
El accidentado calla sorprendido. Al fin, reúne fuerzas y clama con voz más fuerte: “¿Hay alguien más?”
En este punto, casi siempre reímos, al comprobar el poco valor práctico con que la humanidad reconoce la ayuda que Dios pueda aportar a las situaciones de cada día.
Pero para mí, la última pregunta no puede quedarse sin la respuesta correcta. Y la única acertada es ésta: Fuera de Dios no hay nada más”.
Y para los que la experiencia nos ha hecho aceptar la verdad de la metafísica cristiana, esta rotunda afirmación lejos de agobiarnos, es la que nos aporta el gran consuelo.
No hay Dios y otros. Sólo Él.
No hay enfermedad, ni ruina, ni amenaza o virus dañinos, ni enemigos, ni competidores, ni condenas ni castigos… “NADA”.
Sólo Dios, el Bien.
Y así cuando me creo solo o en peligro, eso es sólo ilusión. Porque nunca puedo estar fuera del abrazo de Dios.
Y cuando camino por el campo o por la ciudad, la tierra o el asfalto es la manifestación del Amor que siempre me sostiene, aunque esté suspendido en el abismo.
Y cuando veo la gente pasar y observo los árboles o los edificios, los pájaros o las flores, estoy viendo a Dios mismo manifestándose. Y así con todo.
“¡No hay alguien o algo más!” ¡Qué descanso! ¡Qué alegría! ¡Sólo Dios!
¡El Amor amándome en todo!  El Amor amando desde mi propia conciencia al reconocer Todo como Bueno. 
“¿Hay alguien más?” “Fuera de Dios no hay nada en absoluto”.
Afortunadamente!" habría que añadir.

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