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miércoles, 22 de febrero de 2017

BALBUCEOS


Abba es el más bello balbuceo de esa lengua aramea que hablaron Jesús y los primeros cristianos.
El que expresa la perfecta relación de amor del bebé y su padre.
Esa cálida e indisoluble unión con lo divino sólo es sentida y gozada, cuando el hombre es capaz de llamar a Dios "Abba", "Papá". Como antes lo hizo el maestro Jesús.
Pero sólo cuando nos sintamos llamados "hijo", podremos balbucear esa sagrada palabra.
Y esto último no ocurrirá porque me haya ganado el título.
Nunca se consigue ser "hijo" por méritos de conducta o por decisión de la voluntad humana.
Simplemente es la estrecha relación natural establecida desde la eternidad.
Más aún.  Ni es "mi persona" la que dice "Papá". Sino el Espíritu que es en mí. (
Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: «¡Abba, Padre!» Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo. Gálatas 4:6-7) Sólo Él lo puede pronunciar.
Es cierto que puedo repetir "Abba" muchas veces. Pero de forma ritual no se experimenta la fibra de la paternidad divina.
Es como quien grita en el desierto, donde ni siquiera se recibe la respuesta del eco. (Parecemos estar ahí -en páramo desnudo-, cuando no se siente la cálida presencia de Dios. El sentimiento de la aparente soledad es el verdadero desierto)
"Papá" es sólo el eco de la palabra "hijo" que nos confiere la auténtica identidad.
Primero hay que ser consciente de que somos "abrazado" como hijos,  valorados por gracia, al ser la imagen y semejanza de Dios. Ser visto así desde la Mente, como el vivo retrato del que no sólo es Padre sino también Madre.
Nada extraño a lo divino puede entrar en esa firme, tierna y apretada intimidad. Ni pecados ni méritos. Sólo puede haber en esa expresión del Amor, el que es ese Amor mismo, expresándose.
Y por el toque del Espíritu despertaré a lo que soy. No una persona, sino Dios mismo expresándose eternamente. Porque sólo es "Mente infinita y su manifestación infinita". (
Ciencia y Salud 468: 11)
Siguiendo con Jesús advierto algo importante. El maestro de Nazaret aprende a decir "Papá" después del bautismo, cuando declara, con ese símbolo de conversión, la consagración de su existencia, después de sentirse llamado "hijo".
Antes hubo un adelanto cuando respondió a las inquietudes de José y María: "No sabíais que estaba en los asuntos de mi Padre" (Lucas 2:49)
Y ese aprendizaje constante es lo que le hace experimentar y proclamar luego: "El Padre y yo somos uno" (Juan 10:30)
Es un gran consuelo saber que igual sucederá con nosotros al seguir sus pasos.





1 comentarios:

Unknown dijo...

Hermosa reflexión. Gracias infinitas 🙏