Es cierto que
el entorno condiciona la experiencia.
"Y vio
Dios todo cuanto había hecho, y era bueno en gran manera.” (Génesis 1:31)
Así no puede
asombrar que Dios sea felicidad infinita.
Pero, ¿coincide
mi percepción con la divina?
Si es distinta –aparte
que la vivencia no siempre será armoniosa- ¿cuál sería la explicación?
¿Qué Dios
observa un cuadro diferente de aquel donde yo me muevo?
¿O que debo
corregir mi vista?
Y las
respuestas llegan enlazadas con las preguntas.
No hay dos
creaciones, la divina y la humana. Sino siempre una.
Porque sólo hay
un creador. El hombre nunca hace, sólo refleja. “Si el Señor no construye la
casa, en vano se cansan los albañiles; si el Señor no guarda la ciudad, en vano
vigilan los centinelas.” (Salmo 126:1)
Tampoco hay dos
realidades, porque sólo es Dios quien se manifiesta Todo.
Y no hay dos
clases de visión, porque sólo ve El que Es.
Por tanto, no
se trata de aumentar mis dioptrías.
Sino abandonar mis ojos.
Porque hay nada más que una solución. Mirar desde el Amor.
Y entonces yo
mismo me reconoceré como la perfección contemplada.
0 comentarios:
Publicar un comentario