Desde mis "veinte", el mantra, miles de veces
repetido, ha sido y es, la despedida epistolar de Ignacio de Loyola:
"Que tu santa voluntad sintamos y ella enteramente
cumplamos".
Propósito divino, temido al máximo por el yo personal.
Con toda seguridad al referenciarlo por error, al agónico
escenario del Getsemaní.
Pero el "Hágase Tu voluntad" apareció en los
Evangelios mucho antes y en otro gozoso ambiente.
Cuando María aceptó dar posada al Cristo en sus
entrañas.
La Voluntad de Dios no es cruz sino infinita y eterna
bendición.
Comprender esto trae curación.
Mi esposa Laly y yo lo sabemos por agradecida experiencia.
Por tanto, disfrutemos del día: ser amados y amar, reflejar
el Bien y contemplarlo, ser la manifestación
de la misma felicidad y compartirla.
Porque esa es la única y definitiva voluntad de Dios.
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