Me dijiste:
“Descubrí
por qué 'me sucedían' tantas contrariedades.
Había, como instalada o
soldada a mi yo, una creencia altamente limitante.
Y es que no merecía ser
feliz.
Y entendí en teoría cuál podría ser la solución.
Debía comenzar por
quererme, aceptarme, perdonarme…
¡Qué difícil!
Lo intentaba, una y otra vez.
Pero nada más contemplarme, derrumbe general.
Y retroceso de todo lo
avanzado.
Un día comencé a considerar la
Verdad tan repetida: 'Dios me ama'. Incondicional, sin merecimientos.
No obstante el bloqueo continuaba.
'Dios me
ama, pero yo no.'
Hasta que de repente se hizo la luz en la conciencia.
'…el
Hijo no puede hacer nada por su cuenta…' (Juan 5:19).
La imagen no puede impedir el reflejar lo que el Amor hace.
Entonces si el Padre-Madre me
ama, yo como su reflejo ya me estoy amando.
Amarme es saber que el Amor me ama.
Y aceptarlo, acariciarlo, abrigarme con esa realidad constante.
Y así las tinieblas, en jirones, día a día, se van rasgando."
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